El 13 de febrero de 1982, Emil Bustamante Cruz, de 32 años, médico veterinario y sociólogo rural, salió temprano de su casa situada en Ciudad de Guatemala para atender a una reunión. Se despidió de su esposa, Rosa María Cruz, y le dijo que estaría en casa al medio día. Sin embargo, nunca regresó.
Desde la desaparición, Rosa y sus dos hijas, Flores Mercedes y Ana Isabel, han sufrido siempre el silencio de los organismos judiciales y del Estado. Esto les ha supuesto verse envueltas en una experiencia permanente de retraumatización y profundización del duelo, que se ha agravado con el paso del tiempo, y que les ha supuesto un daño moral y psicológico irreparable.
A esto, se le suma la persecución política que han sufrido a lo largo de las décadas por el hecho ser consideradas como “parientes de las guerrillas” o “terroristas” en Guatemala, algo que las ha forzado a la migración y a la obligación de tener que estar cambiando constantemente de domicilio por seguridad, impidiéndoles construir un proyecto de vida sólido.
La desaparición de Emil se enmarca en un contexto sistemático de desapariciones de disidentes políticos que tuvo lugar entre los años 1960 y 1996, durante el conflicto armado que vivió el país, y en el que se produjeron al menos 40.000 desapariciones forzadas. Este periodo es conocido como el «Genocidio del pueblo Maya».
Esta estrategia no sólo pretendía el silenciamiento de los disidentes políticos del Estado, sino también el castigo de sus familiares y la propagación de un mensaje de miedo en las comunidades, que actuase a modo de amenaza para cualquiera que quisiese ir contra el gobierno.