Tras desembarcar hace pocos días, la colaboradora del Centro Sira compartió su experiencia como médica en un barco de rescate en el mar Mediterráneo Central
Lo hizo durante el acto “Impactos psicosociales de las políticas migratorias”, en el que también diversas personas expusieron sus experiencias en diferentes sistemas de acogida
En una jornada dedicada a abordar los impactos psicosociales de las políticas migratorias y, especialmente, las estrategias de resistencia que surgen desde los colectivos migrantes, la médica Paula de la Fuente compartió su experiencia a bordo del buque de la Fundación Solidaire. Durante más de dos meses, la colaboradora del Centro Sira coordinó el equipo médico de este barco de rescate, que permaneció durante más de dos meses socorriendo a personas en tránsito en el Mar Mediterráneo Central. En estas rutas, al menos 884 personas han perdido la vida solo en el primer semestre de 2024, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Durante su intervención, Paula de la Fuente subrayó la importancia de la red de cuidados que se genera entre las personas a lo largo de los días que dura el viaje. Según explicó, una vez completadas las maniobras de rescate, los barcos notifican a las autoridades europeas, que asignan un puerto seguro para desembarcar a las personas rescatadas. Estos puertos suelen estar a varios días de distancia y las personas en movimiento aprovechan ese tiempo para consolidar una red de apoyo psicológico, físico y social, crucial para mitigar los impactos del viaje. “Son redes de tránsito, redes de personas que se apoyan mutuamente durante el trayecto y se convierten en un sostén fundamental”, destacó.
Público asistente del evento «Impactos psicosociales de las políticas migratorias».
Asimismo, explicó la médica, durante el viaje se suman al cuidado de las personas los esfuerzos de la tripulación, que tiene como objetivo “proporcionar un espacio seguro durante los 4 o 5 días que dura el trayecto”. En ese tiempo, detalló, se ofrece apoyo psicológico, talleres informativos sobre sus derechos como solicitantes de protección internacional y atención sanitaria. “Muchos no han visto a un médico en 2, 3 o 4 años, el tiempo transcurrido desde que iniciaron su recorrido migratorio, y durante el cual han sufrido todo tipo de violencias”, subrayó.
La acogida no es solo lo que se piensa desde el sistema formal
En una mesa redonda dedicada a los impactos psicosociales de las políticas migratorias, diversas personas compartieron sus vivencias y estrategias para afrontar las deficiencias de los sistemas de acogida. Entre los obstáculos más destacados durante el encuentro se mencionaron el aislamiento, el trato deshumanizante, la falta de información sobre los trámites para la regularización administrativa, la rigidez en el trato por parte de las profesionales o las dificultades para preservar y desarrollar prácticas culturales propias, como reunirse para comer o traer alimentos externos a las instituciones.
Mahamadou Simakha, mediador intercultural, compartió su experiencia como acompañante dentro del sistema de acogida. “Las personas que acompañamos dentro del sistema tenemos un pequeño margen de actuación, que tiene que servir para buscar brechas en el sistema. Cuando he acompañado a otros, he buscado hacer acciones que sirvan para traer paz o alegría. Ofrecer el trato que me hubiese gustado recibir”.
Gabriela López, coordinadora del Centro Sira, destacó la importancia de espacios comunitarios como la Parroquia San Carlos Borromeo, donde se celebró el evento: “Aquí la gente piensa, se colectiviza y busca maneras de transformar esta realidad tan hostil”. Este tipo de entornos, explicó, permite a las personas encontrar apoyo mutuo y construir redes para enfrentar un sistema que frecuentemente les deshumaniza.
